31 julio 2009

LA MURGA PERDIO SU VOZ

Tras haber estado internado varios días por una grave enfermedad, ayer a la noche falleció a los 70 años Washington "Canario" Luna, uno de los principales referentes de la música popular uruguaya y espejo de muchos carnavaleros.
Sus restos fueron velados en la casa fúnebre Francisco González y su cuerpo fue trasladado al Cementerio del Norte donde será cremado.


Carnavaleros, músicos y amigos se acercaron a darle el último adiós a uno de los referentes del carnaval y de la música popular uruguaya. "El Gato" Morgade, dueño de la murga Reina de la Teja recordó a Luna y aseguró que era un referente para todos los que alguna vez se "pintaron la cara".
Luego de que se leyera un poema que envió uno de los hijos del cantor, seis tambores resonaron en el Cementerio del Norte y los aplausos pusieron fin a una despedida amarga para el pueblo uruguayo.
Todo el mundo lo conoció como el "Canario" Luna.
Hombre de boliche, de tablado, de ensayos murgueros, que pasó a ser genio y figura de un Carnaval de antaño con el sonido la Unión como emblema.
Anoche se tomó la última copa con la vida y pasó a jugar en la divisional de la memoria popular.
Nunca se consideró un artista profesional.
"Soy uno del montó", solía decir con su voz aguardentosa.
Cuando cantaba, sus agudos hacían vibrar la fibra emotiva de cualquier carnavalero. A los 13 años se subió por primera vez a los tablados.
Era una época en que cada esquina montevideana tenía un tablado, las murgas no tenían maquilladores y había que pintarse uno mismo la cara.
No se hablaba de cantores profesionales. Eran gente de barrio, de boliche, del club.
Aquel murguista arquetípico, el de la bohemia, de la noche, siguió vivo en el Canario.
Pero también fue el hombre de los múltiples oficios.
Fue lustrador de zapatos. Vendió números de lotería. Y fue tal su suerte que le embocó a un número ganador y eso le dio para casarse.
Así armó su familia. Hoy llevaba más de 40 años de casado. Tres hijos. Varios nietos. Un perro, a quien consideraba su hijo menor.
Jaime Roos lo llevó a los estudios. Y aquella voz de la Falta pasó al podio de los clásicos con Brindis por Pierrot, con Adiós juventud.
"Soy un chapado a la antigua", dijo alguna vez.
Y ese espíritu se respira en esas notables canciones de Roos, capturando climas e historias de la ciudad y de la fiesta carnavalera.
Su ingreso a la canción popular le aportó al género de la murga-canción un sonido diferente, que abrevó en fuentes históricas, en aquellos sonidos que definieron las murgas de la Unión como la de Don Timoteo del 66 o del 74.
Pero no cantó sólo murgas. También arremetió con el tango.
Él sentía que no se le faltaba el respeto a la música del fuelle urbano.
"Soy murguista, y lo canto a mi estilo, pero no me voy a reír de un Goyeneche", decía.
El candombe tradicional también estuvo en su repertorio, y tuvo un pasaje glorioso por aquel grupo Repique con el que recorrió nuestro país y también saltó el charco y se anotó varios goles en la capital porteña.
Anoche hizo su último brindis y se marchó con las glorias del Carnaval.
Un cáncer lo tenía a maltraer. Pasó varias veces por el hospital, pero a última hora volvió a su casa.
En la medianoche de ayer le tocó el final que quizás muchos pronosticaban.
Ahora quedan sus discos como solista, algunos videoclips, los discos de murga.
Y la memoria de esa voz aguda, cargada de áspero filo, de la bohemia.
A la salud de un capo.


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